jueves, 6 de agosto de 2009

Respuesta a la pregunta de Heidegger: ¿Por qué hay Ser y no Nada?.

Martin Heidegger se plantea, al final de su obra "¿Qué es metafísica?", la siguiente pregunta:

"¿Por qué hay ente y no, más bien nada?".

Para empezar, creo que existe cierta confusión o ambigüedad en los términos del planteamiento de la pregunta misma -o quizá sea un problema achacable a los traductores del libro al español-:
"ente" es "lo que tiene ser", es decir, cualquier cosa singular que "es", que "existe". Sin embargo, no creo que Heidegger tuviera la intención de limitar su cuestión a los estrechos términos del "ente", sino, más en general, de ampliarla al ámbito del "ser" entero, en su totalidad. Por tanto, entiendo que el planteamiento correcto de la pregunta es:

"¿Por qué hay SER y no, más bien, NADA?".

A partir de aquí podemos empezar el análisis de la cuestión sobre fundamentos más sólidos.

Realmente, se trata de una pregunta impactante, que nos deja paralizados y como en "suspenso" ante su magnitud. Bien pensado, es cierto: ¿Por qué hay un Universo, un mundo, un espacio y un tiempo lleno de galaxias, sistemas solares, estrellas, planetas; es decir, un ámbito lleno de cosas (o "entes", si se prefiere). ¿No sería más sencillo y lógico que no hubiera nada?.

La cuestión heideggeriana puede dividirse, para su análisis, en los dos términos fundamentales que la conforman:

1.-El Ser.

Estamos acostumbrados a decir constantemente: ésto "es" tal cosa, aquéllo "es" tal otra, refiriendonos continuamente al "ser" casi sin darnos cuenta de ello, incoscientemente, sin reparar en lo que decimos. Pero ¿Qué es el "ser" al que nos referimos sin descanso una y otra vez con tanta desenvoltura?. Se dirá: El "ser" es "lo más general que hay", algo primigenio que comprende a todo lo demás que viene a continuación, que sería algo meramente derivado.

Lo primero que se puede predicar de las cosas -del "ente"-, es que "son". Pero ésto, desde mi punto de vista, no es suficiente, explica poco o nada. Vuelvo a formular la pregunta: ¿Qué es el "ser"?; o, si se prefiere, ¿qué significa "ser"?. Para empezar, "ser", desde la perspectiva linguísitica, es un "verbo"; y todo verbo designa un "acto", una "acción". Tenemos ya, pues, una primera conclusión, aunque sea provisional: "Ser" es una "acción".

¿Y en qué consiste esa "acción"?; ¿cuál es su contenido?. Aquí viene la dificultad máxima, que los académicos tratan de eludir diciendo, como he expuesto arriba, que "el ser es lo más general que hay". Yo voy a intentar ir un poco más lejos, arriesgándome a dar una respuesta menos neutra y más significativa: El "ser" es una especie de "irradiación" o "vibración" que producen las cosas, que emana de ella y las impregna. En cualquier caso, recordemos que -tal como he dicho arriba"- "ser" es una "acción" (la acción de "irradiar" o "vibrar"), lo cual conlleva un ESFUERZO -y ésto es importante retenerlo-.

2.-La Nada.

Al abordar este concepto, advertimos que la dificultad pasa a ser extrema, hasta tal punto que parece desbordarnos y desbaratar incluso el lenguaje que empleamos. Al hablar de "la Nada", ni siquiera podemos decir, como hacíamos al referirnos al "ser", ¿qué "es" la Nada?, porque la pregunta implica ya, en sí, una contradicción o incoherencia, que se manifiesta en el término "es" inserto en la cuestión, porque la Nada es lo contrario del Ser y, por tanto, de ella no se puede predicar, ni siquiera, que "es" Nada, ya que, al hacerlo, le estaríamos atribuyendo automáticamente la condición de "ser".

El problema no mejora si tratamos de solucionarlo introduciendo una locución negativa en la eventual definición de la Nada, diciendo, por ejemplo: "la Nada no es nada"; porque de nuevo vuelve a aparecer en el horizonte una contradicción: si "no es nada", entonces "será algo". La dificultad de tratar con la categoría de "la Nada" la advirtieron ya perfectamente los presocráticos, cuando uno de ellos dijo: "El ser, es; el no-ser, no es. Sobre lo que es, se puede hablar. Sobre lo que no es, solo cabe guardar silencio".

La Nada "es" -si se me permite la licencia linguística-, por tanto, la negatividad absoluta, el no-ser radical, la ausencia total de "ser". La Nada no es nada, y de ella no se puede decir nada: no tiene aspecto, dimensiones, color, olor, sabor; es, si cabe la comparación con la astronomía, como un "agujero negro" que todo lo absorbe y no deja salir nada de su radio de acción. Pero es que la Nada, como he dicho, ni siquiera tiene color: por tanto, no cabe acercarse a ella cerrando los ojos y diciendo "no veo nada", "todo es negro", porque la Nada no es negra ni gris: no es. Y tampoco cabe concebirla como un inmenso espacio vacío que no contiene nada, porque un espacio, un ámbito, ya "es" algo, aunque no contenga en su seno ningún objeto o ente particular. Alguien dijo una vez, en la línea de la cuestión heideggeriana, que, aunque en el Universo no hubiera nada más que una simple piedra en un enorme espacio vacío, la existencia de esa mera piedra exigiría ya una explicación; se podría ir aún más allá, ser más radical y decir: aunque no hubiera más que un enorme espacio vacío -sin una modesta piedra siquiera en su seno-, la existencia de ese espacio exigiría ya una explicación.

Ahora bien, ¿por qué, a pesar de todo, existe el concepto de "Nada"?; ¿por qué, a pesar de la extremada dificultad de su tratamiento conceptual y linguístico, existe, a nivel teórico, esa entelequia que llamamos "Nada"; ¿por qué, a pesar de que es algo inconcebible e intratable, la Nada está ante nosotros, como un enigmático fantasma?.

Más aún: ¿Por qué el Ser puede -o "es capaz de"- concebir la mera posibilidad de lo absolutamente contrario a él, se su total negación, la Nada?. La pregunta de Heidegger ¿Por qué hay Ser y no, más bien, Nada? lleva implícita una concepción terrible escondida en su seno: La de que sería más lógico que no hubiera Nada, y que, el hecho de que haya Ser, constituye en realidadd una extraña anomalía que debe ser explicada.

Y ello porque, como se ha dicho arriba, el Ser es un acto que implica un esfuerzo, mientras la Nada denota un reposo absoluto que no requiere trabajo alguno, por tanto, algo más "cómodo", si se puede hablar así. En este sentido, ya Sigmund Freud, en su obra "Más allá del principio del placer", en la que da un "giro copernicano" en su concepción del mundo, señalaba que, en el seno de la materia viva se desarrollaba una lucha permanente y titánica entre dos tendencias o instintos básicos: "Eros" y "Thanatos". "Eros" es el impulso vital, la fuerza que lleva a los seres vivos a tratar de sobrevirvir -conservarse- y reproducirse -expandirse-; "Thanatos" es el instinto de muerte, una fueza contraria que lleva a los seres vivos a dejar de realizar el esfuerzo de vivir y desear volver al reposo de la materia inerte, de la que la vida ha surgido.

Desde esta perspectiva, el hecho de que el Ser pueda siquiera concebir la posibilidad de la Nada implica que el Ser está aquejado de una ENFERMEDAD, de una extraña patología que lo lleva a cuestionarse a sí mismo, cuando lo normal -"lo sano", si se prefiere decir así- sería que el Ser afirmase sin ninguna fisura de duda su propia existencia como algo absoluto, inapelable, imposible de ponerse en cuestión. Así pues, la pregunta de Heidegger ¿Por qué hay Ser y no, más bien Nada?, solo es posible porque ese "Ser" del que habla el filósofo alemán está ENFERMO.

¿Y cual es esa rara enfermedad que aqueja al Ser?, cabe preguntar entonces. La respuesta nos la da otro filósofo alemán anterior a Heidegger: Friedrich Nietzsche. Él certificó "la muerte de Dios", advirtiendo que, tras este apocalíptico acontecimiento sobrevendría una sombría época de "nihilismo" -cuya duranción él calculaba en unos 200 años- hasta que los nuevos valores anunciadores del Super-hombre comenzaran a brillar en el cielo de la humanidad. El "nihilismo", según Nietzsche, es una etapa necesaria e invetible de transición entre el hombre y el Super-hombre, en la que se produce "una desvarolización de los valores" que, hasta la muerte de Dios, constituían los ideales más valiosos de la humanidad, aquello que daba sentido a la vida humana.

Cuando Dios muere -o mejor dicho, es "asesinado" por el propio ser humano-, sobreviene una etapa intermedia en la que parece que "la vida no tiene sentido", que "nada vale la pena", que el Ser mismo no tiene valor alguno, y surge en la humanidad la terrible duda de si no sería mejor que nada hubiera surgido nunca, que nada existiera, que quizá sería mejor volver...a la Nada.

En el contexto del pensamiento nietzscheano y su concepción del "nihilismo" es en que cobra sentido y se vuelve comprensible la pregunta de Heidegger: ¿Por qué hay Ser y no, más bien, Nada?. Heidegger, como todos nosotros vivió -estamos viviendo- esa oscura época nihilista. El diagnóstico que haría Nietzsche sería que la pregunta en cuestión solo puede hacerse porque LA ENFERMEDAD DEL NIHILISMO HA PENETRADO EN EL SENO DEL SER, como una infección maligna. Solo así puede entenderse que el Ser pueda siquiera ponerse en cuestión a sí mismo y concebir su absoluta negatividad -la Nada- como una posibilidad. Y es que en tránsito del hombre al Super-hombre no es un "camino de rosas", sino una arriesgado ejercicio de equilibirismo -como el de un funambulista sobre el alambre- lleno de peligros y amenazas: Existe la posibilidad de que ese tránsito se malogre y acabe en catástrofe, si el ser humano "resbala" accidentalmente y cae al vacío, o, peor aún, si cede voluntariamente a la tentación de dejarse sumergir en brazos de...la Nada.

Ahora bien, dicho lo anterior, y teniéndolo bien presente, retomemos la pregunta que nos ocupa: ¿Por qué hay Ser en lugar de Nada?. El hecho cierto, positivo y constatable es que, en el estado actual de las cosas, "hay Ser" y "no Nada". Existe un Universo constituído por un espacio infinito que contiene en su seno un inmenso número de entes enormemente variados: Desde un majestuoso cúmulo de galaxias hasta una modesta hormiga o un ínfimo grano de arena en una playa. La cuestión es: ¿Cabía otra posibilidad?; ¿era posible que en lugar de Ser no hubiera Nada?. Esta interrogación parece remitirnos a un pasado remoto en que la suerte del mundo hubiera podido decantarse entre una u otra posibilidad: Que hubiera Ser o que no hubiera Nada. Sin embargo, si analizamos bien la cuestión, advertiremos que su mero planteamiento es absurdo: ¿Cuándo se produjo ese momento de indecisión anterior a todo?; ¿qué o quién decidió que la "bola de billar" de la posibilidad soltada por una mano anónima en una hipotética intersección entre la rampa del Ser y la de la Nada cayese rodando por la del Ser en lugar de hacerlo por la de la Nada?. Nunca se produjo ese momento y nada o nadie tomó decisión alguna al respecto: Nunca se produjo ese momento, porque para ello hubiera sido preciso un tiempo anterior a "ese momento" y, sin embargo, sería a partir de "ese momento" cuando habría nacido el tiempo; y nada o nadie pudo tomar esa decisión porque para ello hubiera sido preciso que hubiera habido "algo" o "alguien" capaz de adoptarla y, algo imposible, porque en "ese momento" aún no había Ser ("algo" o "alguien") ni Nada.

Además, hay Ser porque el Ser es eterno, pues la lógica nos dice que "de la nada, nada sale"; y porque el Ser es necesario, porque, siendo la Nada pura negatividad, y habiendo Ser como efectivamente constatamos que lo hay, es claro que la Nada es inconcebible e imposible, ya que, caso contrario, se negatividad hubiera destruido al Ser y yo no podría estar en este momento escribiendo este artículo ni Vd. leyéndolo...

Es ahora, por tanto, cuando estamos en condiciones de responder a la pregunta de Heidegger:

"¿POR QUÉ HAY SER Y NO, MÁS BIEN, NADA?": "¿Y POR QUÉ DEBERÍA `HABER´ NADA Y NO, MÁS BIEN, SER?".